sábado, 1 de mayo de 2010

La deuda griega

Lo gracioso que es a veces ver cómo se desplazan los significados en tan poco tiempo. Un ejemplillo: si a Heidegger, hace unas pocas décadas, le hubiesen preguntado qué es eso de la deuda griega, su respuesta habría sido bien distinta a la que casi cualquiera de nosotros daríamos hoy (casi, que hay gente para todo). Los significados se mueven como por una cuerda tendida; cada uno ve el sentido (el principio y el fin) como quiere y puede.


Sin duda para Heidegger la cuerda iba de Berlin a Atenas. Para Standard & Poor’s no. Por mucho que nos pese, a los últimos se les hace mucho más caso que al primero, y nadie dice que no sea mejor así. En cualquier caso, concedámosle a Heidegger la sospecha de la constancia; intentemos ver si aún hoy su perspectiva tendría algo cierto. Dejemos hablar al ser de la deuda griega…


Los alemanes, tan listos que son para algunas cosas (¿quién inventó el ABS?), pecan a veces de inocencia. No creo que haga falta remitirse a la historia para corroborarlo. El caso es que, desde que existe esa cosa llamada Unión Europa (y antes la CEE) a Alemania se le ha colgado el sambenito ese de “tren de Europa”. Efectivamente, Alemania es el país que más ha aportado a los fondos de cohesión, fondos que han permitido a países como España desarrollarse de forma espectacular en los últimos 20 años. El desarrollo implica un mayor consumo, también, especialmente de bienes elaborados, como los coches, por ejemplo. La unión de Europa supone ausencia de aranceles entre los países miembros. El resultado: en los últimos años, mientras Alemania seguía donando dinerales a los fondos de cohesión, en España (en Italia, en Portugal, en Grecia), también se han multiplicado, entre otras, las ventas de coches alemanes. La mayoría de los coches alemanes se producen en fábricas alemanas. Cuanto más produce una fábrica alemana, más beneficios aporta a las arcas del estado alemán (que de algún lado tiene que sacar el dinero para los fondos de cohesión). Se ve que al final les salen las cuentas: no han dejado de crecer en todos estos años, hasta la crisis.


Pero volvamos a la deuda…. Todos los países emiten deuda para financiarse. Los inversores (privados o estatales) compran esa deuda y el estado emisor se compromete a devolver el importe íntegro más un interés determinado. Ese interés se establece en gran medida en función al riesgo de impago por parte del país emisor. Así, el interés (la rentabilidad) que ofrece la deuda alemana es mucho menor que la que ofrece la deuda griega, dado que el riesgo de impago es mucho menor en el primer caso. ¿Quién establece cuál es ese riesgo? Las agencias de calificación como Standard & Poor’s. El riesgo acontece; Standard & Poor’s lo convierte en una cosita, una nota con la que podemos calcular, especular, negociar, chantajear…


Especulemos un poco —en el sentido no financiero del término, si es que lo hay. En principio, para un inversor no es malo que una deuda tenga una calificación baja: el país emisor tendrá más problemas para colocar sus bonos y tendrá que ofrecer un interés más alto para venderlos. El único problema es que, cuando llegue el momento de devolver el importe de los bonos (más sus intereses), el país emisor se vea sin un duro y se declare en suspensión de pagos. El inversor codicioso se queda entonces sin su recompensa. Ay, en este mundo pasan muchas cosas horribles, pero esto si que no lo podemos permitir…


Grecia amenaza con la suspensión de pagos. Resulta que tiene un déficit fuera de control, resulta que ha venido falseando sus cuentas desde hace años (con ayuda de algún que otro banco) y su economía está mucho peor de lo que se pensaba. No puede pagar los bonos que van venciendo y tiene que vender nuevos bonos a un interés altísimo. Los europeos nos reunimos para aportar eurillos que saquen a Grecia de la crisis; no dinero a fondo perdido, sino deuda que compramos a un interés más razonable que el que Grecia encuentra en el mercado. No obstante, la decisión se retrasa…


Alemania, que como siempre es la que más tiene que aportar, se resiste a avalar a los griegos con el dinero de sus contribuyentes. Es normal: queda feo decirle a un tío con bigote de Baviera que tiene dar dinero para que los griegos no se hundan, que los griegos están muy mal porque han estado pegándose la vida padre todos estos años con unas pensiones y unos servicios que ríete tú de Noruega, sin haber aportado nada más (¿y nada menos?) que los yogures, y ahora ni siquiera quieren recortar el gasto, pero siguen pidiendo dinero. El bávaro comprende (comprehende) entonces el verdadero ser del griego. Revelación que probablemente no le guste (es cuestión estadística, y más en Bavaria) y decida votar por los liberales, pongamos, en las próximas elecciones regionales alemanas. Y eso a Merkel no, no.


Entonces, ¿qué? ¿Van a dejar que Grecia se desplome y deje sin el fruto de su esfuerzo inversor a cientos de especuladores? No es probable porque —y esto es lo más gracioso— los mayores compradores de deuda griega hasta ahora han sido ¿quién? Los alemanes. Si Grecia no paga, ¿quiénes son los mayores afectados?


A nuestro bávaro todavía le podríamos explicar que, efectivamente, sus contribuciones al estado se van a utilizar como red de seguridad para los funámbulos financieros que arriesgan el dinero de todos y luego se reparten los beneficios entre ellos, igual que se utilizaron antes para rescatar a los bancos que tanto hacen por nosotros en los momentos de bonanza. El problema es que, aun cuando se lo explicásemos, puede que no lo viese tan mal. Hay gente así, hay gente a la que esto no le parece tan mal. Algunos y algunas hasta gobiernan en alguna comunidad autónoma y piensan que, verdaderamente (según su verdad revelada), es mejor rescatar a un banco que pagarle 400 euros de PER (la “p” es de pitas, pitas….) a un jornalero andaluz.


En fin, que mientras leemos esto, la diferencia entre la deuda griega y la alemana alcanza máximos históricos. La diferencia óntico-ontológica, que sepamos, sigue sin cotizar.


Más o menos esto es lo quería poner por escrito, para ver si yo mismo me aclaraba la cabeza y comprobar si realmente es tan chungo como sospechaba. Creo que me he empachado de claridad… Siempre nos quedará Heidegger:


La verdad (el estar al descubierto) debe empezar siempre por serle arrebatada

al ente. El ente es arrancado al ocultamiento. Todo estado fáctico de descubrimiento

es siempre algo así como un robo. ¿Será un azar que los griegos, para decirla

esencia de la verdad, usaran una expresión privativa (λθεια)? ¿No se acusa en

este modo de expresarse del Dasein una comprensión originaria de su propio ser,

que es sin embargo tan sólo una comprensión preontológica del hecho de que el

estarenlanoverdad constituye una determinación esencial del estarenel—mundo?


Mu bien… Y ahora, ¿qué hacemos? Pues no sé, que si lo tienen que hacer, pues que lo hagan, pero que se corten un poquito ¿no? Véase chister:


http://www.youtube.com/watch?v=vMdMYHFI4fQ