domingo, 4 de julio de 2010

Un dato: la residencia Boyer-Preysler (conocida en ciertos círculos como Villa Meona) dispone de un número de cuartos de baño que oscila, según las fuentes, entre 14 y 17.

Nueva Economía Forum se define como una “Organización Independiente de Debate”. Es una organización privada fundada por los presidentes de algunas de las empresas españolas más importantes. Según sus propias palabras, su objetivo es el de promover el debate y el diálogo a través de sus foros abiertos, neutrales y plurales. Imaginamos que algo de eso buscaban con Boyer.

Miguel Boyer, empezó fuerte. Socialista desde los sesenta llegó a estar preso unos meses en Carabanchel. Cerca de allí, algunos grandes de España conquistaron su condición más noble y profunda, notablemente Rosendo y Manolito Gafotas. Para él, sin embargo, fue el principio de un caminito que, curvita a curvita, le fue llevando hasta los estercoleros de la Jet Set y las juntas directivas de algunas de las empresas más simpáticas de este país, como Campsa y el holding de las Koplowitz. Ese circulillo de amiguetes son los que le invitaron a una charlita en el mencionado forum.

Se dice que cuenta con antepasados francmasones. Quien sabe si de ahí vino su encono con Ruiz Mateos, supernumerario que fue (caído después en desgracia), y cuyos pies probaron el suelo frío (y suponemos que limpio, a estas alturas de la democracia) de la cárcel. Desde allí le contaba a Pedro J.:

A la hora del recuento por las mañanas, cuando todos los reclusos forman fila, ante el funcionario siempre digo: «¡Falta Boyer!» Se ríen a carcajadas.

Boyer no cae simpático, no gusta. A más de uno le habría gustado encarnar al responsable de los flanes Dhul, acercándose a la calva del exministro exsocialista con esa técnica de golpeo o “cosqui”, con ese escorzo de muñeca y nudillos tan particular que nunca comprendí del todo, como si fuese una técnica aprendida en la infancia, que imaginamos rodeada de curas.

¿Por qué cae tan mal Boyer? Dicen que es de carácter voluble, impredecible, arisco incluso. Alguien más bien difícil de aguantar, salvo quizás por su mujer, que ya lleva más de 20 años (aproximadamente los mismos que su pueblo aguantó al dictador). En general, hay poca gente que haya terminado de comprender como se abandona a un follasquín como Julio (weah) por alguien tan insulso como Boyer. Sus secretos tendrá, como Filipinas. Claro que Filipinas, como la casa Boyer-Preysler, son bien grandes; lo mismo pasan años hasta que tengas que cruzar con el personaje, y ahí vas tirando. Claro, también, que es tan español pasar de las Filipinas y que vengan otros a aguantarlas… No podemos culpar a Julito.

Yendo a lo que vamos, Boyer, retirado desde hace bastante tiempo de eso que llaman la primera línea (que lástima que no les lluevan balas), salta a la palestra y se desmarca con esta bonita declaración: Si se siguen bajando los sueldos en el Gobierno, sólo llegarán analfabetos.

Se quejaba así de la bajada de sueldos a los políticos. El argumento es breve pero espeso; su conclusión última es que Amancio Ortega, dueño de Zara, probablemente sea el tío más culto de este país. No se le conocen libros publicados, descubrimientos conspicuos ni brillantes aportaciones a la ciencia, pero siempre se podrá decir que el verdadero sabio se lo guarda para sí (si se puede decir lo de antes, ¿por qué no vamos a poder decir esto?).

En qué momento el socialista Boyer pasa de Marx a esta especie de meritocracia al revés, si antes o después de entenderse con la Preysler, no lo sabemos. ¿Por qué meritocracia al revés? Porque intuyo que no es que Boyer piense que a los mejores les corresponde disfrutar de los mayores beneficios, sino que son los que tienen más beneficios los que podemos considerar, legítimamente, los mejores.

¿Es mucho suponer de lo poco que ha dicho Boyer? Probablemente, pero quizá no tanto cuando uno empieza a revisar las opiniones de los otros grandes de este país, no las que sueltan cuando sabe que todo el mundo escucha, no las que escriben en sus periódicos —los que aún no se han atrevido a soltarse del todo la melena. Me refiero a esas cosillas que suelta Esperanza Aguirre “fuera de micrófono” o las perlitas que se le escapan a Díaz Ferrán cuando cree que nadie le escucha. Eso es lo que realmente piensan los que han llegado lejos. Que somos un país de vagos, que quien no trabaja es porque no quiere o no se lo merece y que todo nos iría mejor si, al fin y al cabo, dejasen hacer a los que saben.

Con todo, que personajes de este calado y su mercado y sus falacias para parvulitos nos hayan llevado al desastre, no nos redime de nuestra ofensa: hemos permitido que olviden demasiado pronto su culpa, si es que algunos han llegado a sentirla.

Bastaría con enfrentarnos a los que saben convertidos en otros superhéroes: los que recuerdan. La ventaja es que para recordar ni siquiera hace falta un sueldo mínimo. El inconveniente es que cada palabra que se les da, cada segundo que encendemos la televisión, cada error que condescendientemente les perdonamos y, por qué no, cada secreta envidia que nos permitimos de sus casas con catorce cuartos de baño es una dosis pequeña, pero incurable, de amnesia.

Así pues, no queda más que agradecerle a Boyer que aprovechara ese minutejo de gloria para decir una de sus verdades, e interrumpiera momentáneamente la función con un buen pedete postalúbico. Y es que, a veces, catorce cuartos de baño no son suficientes para lo que uno tiene en el cuerpo. Para eso están los forums.